Avenida 9 de Julio
San Telmo
Puerto de Buenos Aires
Puerto Madero
Desde el rio
Club de Pescadores Costanera Norte
Costanera Sur
Buenos Aires, la “Reina del Plata”, es una de las capitales culturales más importantes de Sudamérica y cuenta con una vida nocturna como pocas ciudades del mundo. Concentra, además, uno de los polos de negocios más dinámicos de la región.
La creación porteña más original es el tango, música nacida en los arrabales que se escucha en cada uno de sus barrios y convoca anualmente a miles de turistas de diversos países.
Historia
Primera y segunda fundación
Juan Díaz de Solís fue el primer europeo que avistó el río de la Plata, al que bautizó mar Dulce en 1516. Además de un paso al mar del Sur (océano Pacífico), creyó ver en sus aguas una vía de acceso a las riquezas de los reinos de Tarsis, Ofir y Cipango. Según las leyendas éstos se levantaban hacia el noroeste y desbordaban en oro y plata. Su intento de desembarcar en la margen oriental del río le costó la vida a manos de los indios charrúas.
Cuatro años más tarde los expedicionarios al mando de Hernando de Magallanes incursionaron por el entonces rebautizado mar de Solís y comprobaron que el río de la Plata no conducía al Pacífico ni a ningún paraíso áureo. No obstante, en 1526, con renovado optimismo, Sebastián Gaboto volvió a estas costas y estableció el que sería nombre definitivo de las aguas: río de la Plata. Retornó a España convencido de que su cauce era la vía segura hacia la mítica “Ciudad de los Césares”. Obtuvo unas pocas muestras de oro y plata de los indígenas que bastaron para convencer a la corona española de que el río de la Plata no llevaba este nombre en vano.
La monarquía española envió entonces a estas tierras a Pedro de Mendoza, con el título de Adelantado del Río de la Plata. El 2 de febrero de 1536 creó un asiento fortificado al que denominó Puerto de Nuestra Señora Santa María de Buenos Ayres.
La tranquila convivencia con los querandíes duró poco y pronto se transformó en hostilidad. El 24 de junio de ese año la primitiva Buenos Aires fue sitiada por miles de indígenas. Ulrico Schmidel, soldado bávaro y primer cronista de la ciudad, recuerda que “la gente no tenía qué comer y se moría de hambre. La situación fue tan terrible y el hambre tan desastroso que no bastaron ni ratones, víboras y otras sabandijas, tuvimos que comer hasta los zapatos y cueros”.
El cerco a la ciudad se extendió durante 18 meses. En 1537, enfermo de sífilis, Mendoza decidió regresar a su país. Dejó en Buenos Aires una guarnición de 100 hombres. En alta mar lo sorprendió la muerte y su cuerpo fue arrojado al agua.
Francisco Ruiz Galán quedó al mando del asentamiento y, por órdenes del capitán Domingo Martínez de Irala, en junio de 1541 el poblado fue deshabitado. Bajo el nuevo acoso de los indígenas, los pobladores se trasladaron a Asunción.
En 1580 el vasco Juan de Garay, con el cargo de Alguacil Mayor, 64 hombres y una mujer llamada Ana Díaz, descendieron desde Asunción por el Paraná. Donde hoy es la Plaza de Mayo el 11 de junio se plantó el “árbol de la justicia” y sobre un cuero de vaca se trazó el plano de la nueva población a orillas del río de la Plata. Se la llamó Santísima Trinidad y se conservó para el puerto el antiguo nombre de Buenos Aires. La superficie del poblado cubría 250 manzanas (40 para viviendas y el resto para huertas).
Contrabando
Con la mirada puesta en Perú, fuente de piedras preciosas, para la corona española Buenos Aires no revestía gran importancia. Durante dos siglos la ciudad estuvo regida por una legislación que prohibía el libre comercio, dentro y fuera del puerto. Las mercancías enviadas desde España al río de la Plata pasaban primero por el Caribe hasta Panamá, de allí llegaban por tierra hasta el Pacífico para ser trasladas por barco hasta Lima, y, finalmente, tras recorrer miles de kilómetros en carretas tiradas por bueyes, arribaban a Buenos Aires. Cualquier producto en esta ciudad costaba mucho más caro que en España. Además, los ataques de los indios a los transportes que bajaban desde Perú dejaban a Buenos Aires sometida a largos períodos de desabastecimiento.
La respuesta lógica fue el contrabando. Se encargaron de fomentarlo los portugueses, rivales del imperio español, y constituyó un negocio que luego capitalizó Inglaterra, la nueva potencia emergente en Europa. Entretanto, la sociedad colonial, que iba enriqueciéndose a espaldas de la legislación vigente, estaba regida por españoles y criollos blancos.
Las condiciones sanitarias eran deficientes. En 1605 tuvo lugar la primera gran epidemia que asoló a Buenos Aires. Tropas comandadas por Antonio Mosqueras trajeron el virus de la viruela y lo propagaron a los porteños. En contados días sucumbieron más de 500 personas, en su mayoría mestizos e indios. La ciudad quedó desprovista de sirvientes y mano de obra.
En 1680, al cumplirse el centenario de su fundación, Buenos Aires ya estaba habitada por unas 5000 personas y se terminó de levantar el primer edificio de ladrillo. La educación estaba en manos de la iglesia. Las celebraciones que pautaban la vida cotidiana eran las misas, las corridas de toros, las partidas de billar y las riñas de gallos.
Al promediar el siglo XVII la ciudad se convirtió, gracias al contrabando, en uno de los grandes centros comerciales de América del Sur. La fundación por parte de los portugueses de Colonia del Sacramento, en la margen oriental del río, en 1680, abrió otra vía de tráfico para el comercio ilegal. Las artimañas de los porteños y de los barcos no españoles para burlar el control eran numerosas: muchos navíos holandeses, franceses e ingleses inventaban pretextos de accidentes ocasionados por las tumultuosas aguas del río de la Plata para atracar cerca del puerto. Era habitual que los funcionarios portuarios, de acuerdo con los capitanes, confiscaran una parte de la carga para revenderla.
Buenos Aires también se convirtió en un importante centro de tráfico de esclavos, que eran alojados en galpones de la zona que hoy se conoce como Retiro.
La venta de cueros a una Europa embarcada en interminables guerras que necesitaba piel vacuna para equipar a sus soldados fue moldeando una incipiente burguesía local con ansias de desembarazarse de la corona española.
Del virreinato a la independencia
España tuvo que aceptar la importancia económica y estratégica de la región rioplatense. El 1 de agosto de 1776 una cédula real firmada por Carlos III designó a Buenos aires como capital de un nuevo virreinato, cuyos territorios se extendían hasta lo que hoy es Bolivia, Paraguay, Uruguay, parte de Chile y Brasil. Así nació el Virreinato del Río de la Plata. El primer virrey fue Pedro de Cevallos, cuya tarea inicial fue arrebatar a los portugueses Colonia del Sacramento. Por aquel entonces la población era de 20 mil habitantes.
Juan José Vértiz, el segundo virrey, quien ya había desarrollado una acción modernizadora como gobernador, aceleró la transformación de Buenos Aires. Durante su mandato se empedraron las primeras calles, se construyeron un orfanato, un hospital y algunos teatros. En 1780 se inauguró el alumbrado público con lámparas alimentadas con aceite de potro. Numerosos profesionales españoles optaron por radicarse en una ciudad en la que no sólo era posible hacer fortuna sino que además, aunque al filo del siglo XVIII ya contaba con ocho iglesias y una catedral, permitía respirar un aire de tolerancia y modernidad.
La introducción del comercio libre con puertos españoles y otros del imperio estimuló la exportación. Entre 1790 y 1794 salieron de Buenos Aires para Europa 3,5 millones de cueros vacunos. El aumento de las rentas virreinales en el intercambio interno y externo posibilitó la cobertura de los gastos públicos y la acumulación de saldos favorables. Sin embargo, pese a las concesiones realizadas por España, el monopolio metropolitano se oponía a las ansias de autonomía de los porteños.
Por otro lado, el dominio absoluto de los mares por parte de Inglaterra, consolidado a partir de la victoria a Napoleón en Trafalgar, trastocó el panorama. El ministro inglés William Pitt se planteó la apertura de los mercados hispanoamericanos mediante expediciones militares. En este marco ocurrieron las dos invasiones inglesas llevadas a cabo contra Buenos Aires en 1806 y 1807. La resistencia protagonizada por los hijos de la ciudad demostró que éstos ya estaban en condiciones de autogobernarse. El pueblo que había derrotado a los invasores e impuesto la destitución del virrey Sobremonte y la designación de Santiago de Liniers como jefe militar, no aceptaría un retorno al antiguo orden.
El derrumbe de la monarquía española ante la invasión napoleónica en la península ibérica allanó el camino en el Río de la Plata. La revolución de 1810 fortaleció el movimiento para lograr un país independiente de España dentro del territorio del virreinato. El 25 de mayo el pueblo de Buenos Aires decidió su destino.
El 19 de julio de 1816 llegó a la ciudad Juan Martín Pueyrredón con la noticia de que diez días antes, en la ciudad de San Miguel de Tucumán, había sido proclamada la independencia nacional.
Modelo agroexportador y organización nacional
Tras la independencia el extenso territorio del Virreinato del Río de la Plata comenzó a desmembrarse. Bolivia, Uruguay y Paraguay siguieron camino propio y las provincias comenzaron a reclamar autonomía de Buenos Aires. Los comerciantes porteños consideraban altamente beneficiosos abrir el país al libre comercio pero olvidaban el daño que ello acarrearía a las economías regionales del interior. Inglaterra supo capitalizar este olvido: los tejidos fabricados en Manchester eran más baratos que los ponchos de lana confeccionados por tucumanos y catamarqueños y los cuchillos de Sheffield resultaban más económicos que los facones jujeños.
La presidencia de Bernardino Rivadavia trajo avances para la ciudad que van desde la renovación neoclásica de la literatura hasta la creación del primer cementerio público en los terrenos de la Recoleta. Al mismo tiempo, las cada vez más intensas relaciones con el imperio británico comenzaron a moldear una imagen de Buenos Aires que aún perdura: la de una ciudad que mira hacia fuera y da la espalda al resto del país. Los porteños tenían en sus manos el puerto, llave maestra de un país que adoptaría como esquema de crecimiento el modelo agroexportador bajo el liderazgo de la Pampa Húmeda. La gente del interior, embanderada en el “federalismo”, se levantó contra Buenos Aires, identificada con el ideal “unitario”. Se sucedieron años de guerras, asesinatos, alianzas y traiciones hasta que arribó al poder Juan Manuel de Rosas, proclamado gobernador de Buenos Aires en 1829. El más polémico de los caudillos sería para los unitarios una especie de Calígula del Río de la Plata. Para los federales, en cambio, sería el restaurador de las leyes.
Pese al exilio de los jóvenes escritores en Montevideo (Echeverría, Alberdi, Mármol, Sastre) y a los excesos del régimen, la vida en la ciudad no cambió esencialmente durante los años que duró el gobierno de Rosas.
La organización nacional comenzó a consolidarse en el período 1850-1880. Durante este proceso se sucedieron las presidencias de Urquiza, Derqui, Mitre, Sarmiento y Avellaneda. La estrategia de desarrollo consistió en insertar a la nación en el mercado mundial como productora agropecuaria. En la ciudad la instalación de frigoríficos, el tendido de ferrocarriles y el establecimientos de bancos y compañías de seguros provocaron una paulatina expansión urbana. Buenos Aires se extendió hacia los barrios de Constitución, por el sur, y Retiro, por el norte. Desde 1864 hasta 1914 la población porteña se multiplicó por ocho a partir de la política inmigratoria. La “Gran Aldea” se convirtió en un centro urbano moderno. En 1880, durante la presidencia de Julio A. Roca, se declaró a Buenos Aires como Capital Federal de la República Argentina. Comenzó entonces un momento de reedificación de la ciudad. Se construyeron grandes palacios y se remodeló el trazado urbano. Fue allí cuando se abrió la Avenida De Mayo.
A finales de 1876, mientras se inauguraba el hipódromo y a Buenos Aires arribaba el primer barco frigorífico transportador de carne congelada, una incursión de indios irrumpió la línea defensiva de los fuertes y llegó a 250 kilómetros del puerto. El general Roca decidió poner fin a esta situación a través de la Campaña del Desierto, que alejó a los malones del horizonte porteño y amplió la Pampa Húmeda. Esto se logró mediante el exterminio de miles de indígenas por parte del ejército. De esta manera, la ciudad-puerto se afianzó como epicentro económico, político y social de la Argentina.
Sin embargo, la ampliación de las tierras cultivables demandaba más mano de obra. Así adquirió presencia permanente en las calles de Buenos Aires un nuevo personaje: el inmigrante. Procedentes en su mayor parte de Italia y España, estos hombres cambiarían para siempre la fisonomía de la ciudad, no sólo por sus idiomas y hábitos, sino como portadores de ideologías (como el anarquismo y el comunismo) que hasta ese momento no habían echado raíces en el Río de la Plata.
Inmigrantes
La mayoría de los inmigrantes se instalaban en la ciudad. Esto se debió, por un lado, a que no tenían dinero para comprar tierras y, por otro, a que el modelo agroexportador los necesitaba para el tendido de vías férreas que acercaban los productos del interior hasta los barcos o a las fábricas fraccionadoras de carne y cereales. Desde una antigua caballeriza convertida en Hotel de Inmigrantes, donde se les conseguía un empleo, comenzaron a salir trabajadores urbanos que, con el tiempo, también se convertirían en pequeños comerciantes, tenderos, maestros o empleados de banco y conformarían las capas medias urbanas. En 1910 los festejos del centenario de la independencia se celebrarían en una Buenos Aires transformada en la ciudad más grande de América Latina y en la segunda del continente después de Nueva York.
Las familias que se beneficiaban con exportación del campo “solían tener - al decir de Arturo Jauretche- “el bolsillo en Londres y el corazón en París”. De acuerdo con esta óptica, las estaciones ferroviarias de Retiro y Constitución se construyeron según el modelo de las británicas de Londres y Liverpool y los bosques de Palermo se remodelaron a imagen y semejanza del Bois de Boulogne. Mientras frente a la plaza San Martín los Ortiz Basualdo, los Anchorena y los Paz levantaban sus palacios, los coches tirados por caballos cedían paso a los tranvías eléctricos y sólo diez años después que en Nueva York Buenos Aires contaba con una línea de subterráneos.
Los años locos
El 1916 se instituyó el sufragio universal masculino gracias a la Ley Sáenz Peña, promulgada en 1912 (Las mujeres deberían esperar la iniciativa de Eva Perón en 1952.). Este cambio permitió el acceso al gobierno del radicalismo, fuerza que, desde 1890, intentaba aglutinar a los nuevos sectores surgidos al calor de la transformación económica. Hipólito Yrigoyen fue el presidente encargado de llevar a la Casa Rosada las reivindicaciones de las capas medias. Su gobierno encaró transformaciones sociales y también tuvo contradicciones como la de 1919, cuando mediante la más dura represión se convirtió las huelgas obreras de los talleres Vasena en lo que se recuerda como la “Semana Trágica”. Las fuerzas policiales y militares se lanzaron a la caza de “bolcheviques” en los “barrios bajos” de la ciudad.
Pese a todo, Buenos Aires, próspera y pujante, se convirtió en la capital cultural de América Latina: el teatro Colón era la meca del “bel canto” y del ballet mundiales; el tango se popularizó con la presencia de Carlos Gardel; revistas literarias como Martín Fierro difundían el quehacer de las vanguardias europeas; y locales y pensadores de la talla de Ortega y Gasset paseaban por las calles porteñas.
Se inauguró el estadio de River Plate en la avenida Alvear (hoy del Libertador) y Tagle, y el Boca Juniors en Brandsen y Del Valle Iberlucea, en el mismo solar donde luego se levantaría la cancha que hoy se denomina “Bombonera”.
La calle Florida se convirtió en centro comercial; Corrientes, en la calle de los cabaret, los cafés y los bailes; al norte de la Plaza de Mayo se encontraba la zona de los bancos y las transacciones financieras; el Bajo, cerca del puerto, era el territorio de las casas de citas o “piringundines”. Más alejados estaban los barrios donde vivía la clase media y el proletariado.
El peronismo
Dos años después de que Yrigoyen volviese al gobierno, el 6 de septiembre de 1930, un grupo de militares encabezados por el general José Félix Uriburu dio el primer golpe de estado de la historia argentina. Esto puso fin al sueño de progreso indefinido. Los ecos de “crack” de la bolsa de Nueva York llegaban al Río de la Plata un año después.
Buenos Aires ya era una ciudad industrial. Las coyunturas críticas a nivel mundial, como la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Segunda (1939-1945) estimularon el desarrollo de una industria nacional destinada a abastecer sustitutivamente al mercado interno de las manufacturas que dejaban de fluir desde Europa y Estados Unidos. Después de los gobiernos conservadores, acuñados bajo escandalosos fraudes, tras el gobierno militar de Uriburu, una nueva composición de clases y sectores sociales esperaban una expresión política que las representase. Esta vez, las caras extrañas no llegarían a Buenos Aires desde el otro lado del océano sino desde el interior a través de un proceso de migraciones internas que llevaría a más de la mitad de la población a vivir en una capital desbordada por un Conurbano poblado de chimeneas y villas miseria. Había llegado la hora del general Juan Domingo Perón y la popular Eva Duarte de Perón.
Dictaduras y democracias
El segundo gobierno peronista fue derrocado en 1955 por la autodenominada Revolución Libertadora. En general, los sucesivos gobiernos civiles y militares agravaron la situación económica y política. Esto causó un alarmante empobrecimiento de amplias capas de la población.
El golpe militar de marzo de 1976 fue el último y más cruento, ya que inició un período de terrorismo de estado con un saldo de 30.000 desaparecidos en todo el territorio nacional. Los familiares de las víctimas más conocidos están nucleados en las asociaciones Madres de la Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de Mayo e Hijos y aún mantienen una vigilia permanente por los miembros desaparecidos de sus familias. Las abuelas luchan, además, por identificar a sus nietos, apropiados ilegalmente por militares y que, en la mayoría de los casos, desconocen su verdadera identidad. En 1978, en medio del horror, se celebró en Buenos Aires la final del Campeonato Mundial de Fútbol entre Argentina y Holanda. Venció el seleccionado local.
En 1982 se vivió la Guerra de Malvinas, archipiélago austral apropiado por Inglaterra en 1833. La conflagración declarada por el general Leopoldo Galtieri contra Margareth Thatcher fue una maniobra política sin sentido que cobró la vida de muchos jóvenes.
En 1983 el país volvió a la democracia y eligió como presidente a Raúl Alfonsín, candidato por la Unión Cívica Radical. Debido a un proceso hiperinflacionario abandonó el cargo seis meses antes de finalizar el mandato.
El peronista Carlos Menem fue su sucesor y gobernó durante toda la década del ‘90. Instituyó dramáticos cambios económicos al privatizar toda las industrias del estado y abrir la economía a la inversión externa. En 1991, el ministro de economía Domingo Cavallo lanzó su “Plan de Convertibilidad” que ató el peso al dólar en una paridad de uno a uno. Esto redujo la inflación de un 5000% en 1989 a un 1% en 1997. Aunque dichas medidas hayan domesticado a la hiperinflación, el giro neoliberal condujo a la escalada de la desocupación y a una prolongada recesión.
Durante la misma década la ciudad sufrió dos atentados terroristas contra objetivos judíos: la embajada de Israel en 1992 y la mutual AMIA en 1994. Ambos causaron numerosos muertos.
Por otro lado, desde su designación como capital Buenos Aires gozó de un status particular que impedía el ejercicio pleno de los derechos políticos a sus habitantes. El gobierno de la ciudad era ejercido por el presidente de la nación que nombraba un intendente para administrar los asuntos comunales en su nombre y el poder legislativo era ejercido por el Congreso Nacional, que delegaba funciones estrictamente municipales en el Concejo Deliberante. La reforma constitucional sancionada en 1994 contribuyó a revertir esa situación. En su artículo 129 establece que “la ciudad de Buenos Aires tendrá un régimen de gobierno autónomo, con facultades propias de legislación y jurisdicción, y su Jefe de Gobierno será elegido por el pueblo de la ciudad”. El 30 de junio de 1996 los porteños eligieron a su primer jefe de gobierno y el 1 de octubre se sancionó la constitución ciudadana.
El radical Fernando de la Rúa, tras ser el primer mandatario del Gobierno de Buenos Aires, fue electo presidente en 1999. Logró vencer al peronismo gracias a una alianza con un nuevo partido: el FrePaSo (Frente del País Solidario), liderado por Carlos “Chacho” Alvarez, quien asumiría como vicepresidente. Su imagen de austeridad parecía contraponerse a los excesos del período de Menem. Sin embargo, los ajustes implementados durante su gestión no fueron suficientes para paliar la grave situación social. Esto generó una ola de insatisfacción popular que culminó con su renuncia el 20 de diciembre de 2001 en medio de dos trágicas jornadas de saqueos y represión policial.
El peronista Eduardo Duhalde se convirtió en el cuarto presidente argentino en dos semanas. Su mandato interino estuvo signado por el asistencialismo en el ámbito interno y por la devaluación del peso y el proteccionismo externos.
El 25 de mayo de 2003 asumió el también peronista Néstor Kirchner. Su gobierno tiene como desafíos centrales la reactivación económica, la solución de la crisis social y la de temas de derechos humanos pendientes desde la última dictadura.
Geografía
Ubicación
Buenos Aires se encuentra en el hemisferio sur de América, a 34º 36’ de latitud sur y 58º 26’ de longitud oeste. Dentro de la Argentina se localiza en el este. El territorio de más de 192 kilómetros cuadrados forma parte de la llanura pampeana, que termina en un brusco desnivel que forma barracas al llegar al río de la Plata. Frente a sus costas se encuentra Montevideo, la capital de Uruguay.
El Río de la Plata y el Riachuelo son los límites naturales de la ciudad hacia el este y el sur. El resto del perímetro está rodeado por la avenida General Paz, autopista de 24 kilómetros que circunvala la ciudad de norte a oeste y la enlaza con el Gran Buenos Aires, una franja de alta concentración de habitantes y fuerte actividad comercial e industrial.
Es fácil moverse en esta capital ya que está distribuida en manzanas de 100 metros cuadrados. Existen 47 barrios pero sólo nueve concentran la mayor cantidad de atracciones turísticas: La Boca, San Telmo, Montserrat, Puerto Madero, San Nicolás, Retiro, Recoleta, Palermo y Belgrano.
Cómo llegar
Vías de Acceso: Avenida General. Paz, , Ruta 9, Autopista Buenos Aires–La Plata, Acceso Sudeste, Acceso Norte, Acceso Oeste, Autopista Teniente General Ricchieri.
En avión
Todas las compañías aéreas que vuelan a Argentina llegan, principalmente, al Aeropuerto Internacional de Ezeiza Ministro Pistarini, a 37 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires (teléfono:0054-11-5480 2500). Al dejar el país se abona una tasa de embarque de U$S 18.
El aeropuerto está unido a la capital por la autopista Ricchieri. Hay empresas que ofrecen cada media hora, entre las 5.00 y las 20.30, un servicio de autobuses. El trayecto dura 40 minutos. También existen taxis y remises (autos de alquiler con chofer) que realizan el traslado.
Los vuelos domésticos y hacia Uruguay parten del Aeroparque Jorge Newbery, situado al norte de la ciudad, junto al río de la Plata (teléfono: 0054-11- 4771 0104). La tasa de embarque en los vuelos de cabotaje es de $ 7,05 y hacia el país vecino es de U$S 8.
Tiempo de vuelo desde Buenos Aires:
A Puerto Iguazú: 1.h. 45 min.
A Posadas: 1h. 30 min.
A San Salvador de Jujuy: 2hs. 10 min.
A San Miguel de Tucumán: 1 h. 50 min.
A Salta: 2 hs.
A Córdoba: 1 h. 15 min.
A Mendoza: 1h. 50 min.
A Mar del Plata: 45 min.
A San Carlos de Bariloche: 2 hs. 20 min.
A Trelew: 2 hs.
A Río Gallegos: 2 hs. 55 min.
A Ushuaia: 3 hs. 20 min.
A El Calafate: 3 hs. 15 min.
A Montevideo: 45 min.
A San Pablo: 3 hs.
A Nueva York, Madrid, Londres, París y Roma: 10 hs. aprox.
Omnibus
La terminal de ómnibus se encuentra en la avenida Ramos Mejía 1680, en el barrio de Retiro (teléfono: 0054-11- 4310 0700). Las unidades de larga distancia disponen de baño, aire acondicionado y bar.
Economía
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires es la sede de las instituciones del gobierno nacional y alberga los directorios de las principales empresas del país.
Las industrias culturales (diseño industrial y de indumentaria, teatro, cine, galerías de arte, editoriales y discográficas) son un importante polo de desarrollo.
En los últimos años se ha acentuado el perfil de ciudad de congresos y convenciones así como también de festivales y ferias.
Desde la devaluación de la moneda argentina, en 2002, el turismo ha encontrado una oportunidad histórica. Ha aumentado el caudal de visitantes internacionales que comienzan en la capital su recorrido por el país. Buenos Aires pasó de ser uno de los destinos más caros a encontrarse entre los más baratos del mundo.
Dada la depreciación del peso respecto del dólar, también el diseño nacional fue revalorizado. Los nuevos diseñadores porteños, cuyos comercios están instalados mayoritariamente en el barrio de Palermo, producen ropa, mobiliario y objetos de decoración de calidad de exportación.
Población: 2.965.403 hab.
Clima
Templado. Alcanza picos de hasta 40ºC de sensación térmica (110ºF) entre enero y marzo. Los meses más fríos son junio y julio con temperaturas de hasta 0ºC (30ºF).
Temperatura promedio: 19,7 ºC.
Precipitaciones: 1200 mm. anuales.
Comisaría del Turista
Atiende consultas en inglés, italiano, francés, portugués y ucraniano.
Corrientes 436
Teléfonos: (0054) (11) 4346 5748 / 0800 999 5000
E-mail: turista@policiafederal.gov.ar
Defensoría del Turista
Avenida Pedro de Mendoza 1835 (Museo de Bellas Artes “Benito Quinquela Martín”), barrio de La Boca.
Teléfono: (0054) (11) 4302 7816.
Horario: todos los días de 10 a 18.
Cultura y Tradición
El tango
El tango nació a fines del siglo XIX de una mezcla de ritmos provenientes de los suburbios de Buenos Aires. Los europeos y sus descendientes escuchaban habaneras, polkas, mazurcas y vals. Los negros, un 25% de la población porteña de aquel entonces, se movían al oír candombe, una danza en la que la pareja no se enlaza y baila de una manera más marcada por la percusión que por la melodía.
El nuevo género musical se interpretaba con flauta, violín y guitarra. Posteriormente la primera fue reemplazada por el bandoneón. Los inmigrantes contribuyeron al añadir aire de nostalgia a las canciones.
En un principio el tango estuvo asociado con burdeles y cabarets, ámbitos de contención de una población inmigrante netamente masculina. En dichos tugurios sólo las prostitutas aceptaban danzar y, por esta razón, era común que el tango se disfrutara en pareja de hombres.
El ritmo del “2 x 4” se extendió desde los arrabales a los barrios proletarios pero sólo ganó aceptación en la oligarquía tras su éxito en Europa. Antes que eso sucediera los hijos de las familias acaudaladas no tenían reparos en ir a las “milongas”, los bailes de tango, en los barrios marginales. Buscaban divertirse y conocer mujeres. Esta música no era aceptada en sus casas ni se podía bailar con las señoritas de su ambiente.
La música de Buenos Aires recorrió un camino de ida y vuelta entre el nuevo y el viejo continente, con una parada decisiva en París. Los viajes de los patricios llevaron el osado baile creado en el Río de la Plata a la capital del glamour y de la moda. Allí encontró un terreno abonado para florecer y se convirtió en furor. Una vez en Francia fue rápida su extensión al resto del continente y al mundo.
Avalado por el bautismo europeo el tango entró en los salones porteños más nobles de una burguesía emergente que luchaba por transformar a su ciudad en el París de América.
El tango fue un baile central en el mundo previo al primer conflicto bélico mundial y sus detractores surgieron por doquier y fueron ilustres. Entre ellos, el papa Pío X optó por proscribirlo.
Posteriormente nació con fuerza el tango canción y relevó al tango baile pero con un éxito geográficamente más restringido. En una nueva preguerra el mundo descubrió la voz de Carlos Gardel. El “zorzal criollo” fue el gran divulgador del tango en el extranjero. Falleció trágicamente en un accidente aéreo en Medellín (Colombia) en 1935.
Luego de la temprana muerte de Gardel y gracias a la obra difusora de la radio, las numerosas grabaciones discográficas y la introducción del tango en el cine nacional, el público volvió a revalorizar el género. El tango llegó a su cúspide de éxito, encarnado en músicos, letristas y cantantes de la talla de Pugliese, Rivero, Gobbi, Cadícamo, Troilo, Canaro, Contursi, Salgán, Manzi, Federico y Expósito.
Las décadas del ‘50, ‘60 y ‘70 conllevaron una crisis en el fervor popular, que se volcó masivamente a los nuevos ritmos bailables: conga, rumba, mambo y, por último, rock and roll.
En esos años se produjo un fenómeno inédito: el nuevo tango. Entre las corrientes tradicionales, más orientadas a la danza, sobresalían las agrupaciones de D’Arienzo, Varela, el Quinteto Pirincho, etc. Las modalidades modernas entronizaron las figuras de Troilo, Pugliese, Federico, Manzi, Salgán, Piazzolla, el Sexteto Tango, el Sexteto Mayor, el Cuarteto de Colángelo y otros.
Frente al gran impulso de lo instrumental el tango cantado sobrevivió al recordar antiguas glorias y al consagrar las voces del momento: Julio Sosa y Roberto Goyeneche.
Sin lugar a dudas, el principal propulsor del nuevo tango fue Astor Piazzolla, quien generó una nueva estética que provocó admiración en el mundo entero pero fue, a la vez, motivo de controversia debido a sus modernos tratamientos armónicos y rítmicos. Su influencia abrió el camino a los músicos de vanguardia que intentaron diversas hibridaciones entre la música rioplatense, el jazz, la música clásica y otros géneros.
En Buenos Aires el tango está más vivo que nunca. En los últimos años este elemento identificatorio del alma porteña se ha difundido bastante entre los jóvenes, muchos de los cuales lo aprenden en la escuela primaria o secundaria. Paralelamente, hay nuevos compositores musicales, letristas y bailarines. Ha surgido, incluso, el tango electrónico. Las “milongas” se han diseminadas por todos los barrios y los eventos tangueros que organiza la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad son una de las grandes atracciones turísticas. Durante el “Campeonato Mundial de Baile de Tango” desembarcan en la capital argentina los mejores bailarines del mundo que, junto a los porteños, despliegan su talento sobre las pistas. El torneo está dividido en dos categorías: Tango Salón y Tango de Escenario. El “Festival Internacional de Tango”, por su parte, cuenta entre sus propuestas con conciertos, conferencias, talleres y exhibiciones relacionados con el género. Se realiza anualmente y para el cierre se monta una “milonga” multitudinaria en plena calle Corrientes.
”IV Campeonato Mundial de Baile de Tango”
2007: 11 al 19 de agosto.
Carnavales
Hasta los años ´20, momento de gran expansión geográfica de la ciudad, cada grupo étnico centraba sus actividades en barrios distintos: los negros en San Telmo y Montserrat; los italianos en La Boca; los judíos al sur de Palermo; los árabes en el Once, etc. Desde ese momento las agrupaciones de carnaval, antes fundadas sobre lazos étnicos, pasaron a organizarse según vínculos de vecindad.
En los barrios nació una nueva forma de agrupación: la murga, un conjunto de 15 ó 20 muchachos que se reunían para cantar en carnaval canciones picarescas acompañados por instrumentos caseros: tambores hechos con ollas o maracas.
Más tarde, estos grupos adoptaron el bombo con platillo traído por los inmigrantes españoles e incorporaron instrumentos de viento, así también el bandoneón y el acordeón. De las comparsas y agrupaciones de inmigrantes la murga tomó la confección de trajes con mayor dedicación. Se conservó la levita original pero realizada en géneros brillantes (raso y satén) y no en tela de arpillera, como se llevaba antiguamente. El desfile también se tomó de las comparsas, que lo habían incorporado como parodia de los de bandas militares. Los ritmos y pasos de baile surgieron de la mezcla burlona entre lo castrense y los aporte de los ritmos negros (candombe, rumba, milonga). Las letras de las canciones se crearon en tono paródico con música masivamente reconocible. Se introdujeron, además, las “fantasías”: banderas, abanicos, representaciones de símbolos ligados al carnaval o al juego (como los dados), cabezudos y disfraces como el Oso Carolina (hombre disfrazado de oso que era llevado, cadena mediante, por el domador), payasos (llamados “Tonis”), arlequines, pierrots, entre otros.
En la década del ‘50 las murgas tomaron al barrio como factor fuertemente identitario. Esto se vio reflejado en sus nombres: “Los Mocosos de Liniers”, “Los Viciosos de Almagro”, “Los Pecosos de Chacarita”, “Los Curdelas de Saavedra”, etc. Cada barrio creó un estilo de baile y un “toque” rítmico particular.
Desde la Revolución Libertadora en adelante, los sucesivos gobiernos militares intentaron controlar la fiesta de carnaval. Se encontraban con el inconveniente de que ésta se había extendido a otras prácticas, más allá de los corsos. En los clubes de barrio y luego en los más grandes (Boca Juniors, River Plate, Vélez Sársfield, Comunicaciones) se empezaron a realizar bailes de carnaval en los que actuaban orquestas de jazz, tango y música tropical.
Aquello que sí pudo controlar la Libertadora fue el uso de disfraces en los corsos. Para demostrar que detrás de una máscara no se escondía un ladrón había que sacar un permiso en la comisaría más cercana. Este edicto policial recién fue anulado hace pocos años al promulgarse el Código de Convivencia Urbano.
En 1976 la última dictadura militar, mediante un decreto, anuló los feriados de carnaval. Hasta ese momento el lunes y el martes habían sido días no laborables en todo el país. Hubo corsos hasta 1981 pero a las murgas se les complicaba la realización de su espectáculo porque sin los feriados había menos días para actuar y el control sobre las letras impedía la crítica política. Muchas murgas dejaron de presentarse.
El ansiado retorno de la democracia no trajo una rápida recuperación del espíritu festivo. Fue recién a fines de los ‘80 cuando la gente volvió a ver en la práctica del carnaval un hecho social y cultural superador del miedo.
En 1997 el ex Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires sancionó una ordenanza por la cual se declaró patrimonio cultural la actividad que desarrollan las agrupaciones de carnaval y se facultó al Gobierno de la Ciudad a “propiciar las medidas pertinentes para que las mismas puedan prepararse, ensayar y actuar durante todo el año en predios municipales”. Se estableció la Comisión de Carnaval, integrada por un representante de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad, uno de la Comisión de Cultura del Concejo Deliberante (hoy Legislatura) y dos de las murgas, todos designados ad honorem . Este equipo de trabajo tiene la responsabilidad de organizar anualmente el “Festival de Candombe y Murga” de Buenos Aires.
El último hito de esta historia fue dado el 24 de junio de 2004 cuando la Legislatura Porteña aprobó la ley que declara días no laborables el lunes y martes de carnaval.
Congresos y festivales
El negocio ferial, congresístico y de turismo corporativo vive un significativo crecimiento. Buenos Aires es sede de eventos internacionales de diferentes temáticas.
Además de los mencionados encuentros de tango, anualmente se destacan: la “Feria del Libro”, el “Festival de Cine Independiente”, la “Exposición Rural” en el Predio Ferial de Palermo, el “Fashion Buenos Aires”, “ArteBA”, la “Feria de las Naciones” y la “Feria del Libro Infantil y Juvenil”. La Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad organiza cada dos años el “Festival Internacional de Buenos Aires”, que reúne compañías de teatro, danza, música y artes visuales de todo el mundo. Está considerado uno de los más importantes de su género.
Deportes
Las actividades deportivas ocupan un lugar central en la vida cotidiana de Buenos Aires. Se desarrollaron dos mundiales de voleibol, uno de básquetbol, uno de fútbol y gran cantidad de partidos de Copa Davis, peleas por títulos mundiales de box, carreras de Fórmula 1 y partidos internacionales de rugby. Anualmente tienen lugar el “Torneo Abierto Internacional de Tenis” y el “Campeonato Abierto de Polo”.
La capital cuenta, además, con ocho de los doce equipos de primera división de fútbol, el deporte que apasiona a los argentinos. Los estadios de las escuadras más populares, Boca Juniors y River Plate, se encuentran en la ciudad. El duelo entre ambos equipos, el tradicional “superclásico”, fue recomendado por el diario inglés The Observer como primero en una lista de 50 eventos deportivos internacionales que cualquier aficionado debe disfrutar en algún momento de su vida.
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